viernes, 14 de octubre de 2011

¡Buenas!

   

    Madre, esa sería la primera palabra que me definiría porque es a lo que dedico el 90% de mis pensamientos. Nunca pensé que una cosa tan pequeña consiguiera extenderse tanto en todos los aspectos de mi vida hasta el punto de dejar en un segundo plano mi antigua pasión que, hasta que llegó el potro, era la medicina.
    Resumiendo mis dos últimos años: he dado a luz y como consecuencia de un embarazo movidito me cargué literalmente una cadera que venía defectuosa de fábrica, por lo que cuando el pequeño salvaje tenía 8 meses su madre agotada se rindió ante los encantos de un traumatólogo que prometió cambiarle la cadera (y de paso la vida entera) por una de titanio y porcelana. Y así fue. Todo ello me ha traído dos mudanzas, un año de rehabilitación, dos epidurales, una cicatriz preciosa (más), un cambio de prioridades, tres empleadas de hogar, una casa que ha parecido el camarote de los hermanos Marx, la claridad para diferenciar los mezquinos de los buenos amigos y mucha, muuuuchaaaaa paciencia.
    Como bien dice mi paisana Bebe "el tiempo todo calma, la tempestad y la calma"... el tiempo y que no hay nada como las playas del sur y el sentimiento de alegría tan intenso que me ha causado la posibilidad de poder volver a caminar por la orilla. Pies descalzos, dejando huellas, yo solita,...
   

    Al fin, creí que nunca llegaría este momento...