viernes, 13 de febrero de 2015

Seres especiales




    No conozco a ninguna persona que conviva con alguien con TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) que dude de su existencia. A pesar de eso hay profanos en la materia que se queman los dedos compartiendo en las redes sociales titulares vergonzosos, ofendiendo la inteligencia de las familias y de los profesionales que se enfrentan a diario con él. Parece ser que todos estos papagayos estuvieron acompañando al psiquiatra Leon Eisenberg en su lecho de muerte y le escucharon reconocer que el TDAH es una enfermedad inventada justo antes de perecer cual ahílolleváis. Menos mal que este pobre señor no levantará la cabeza para ver cómo se han interpretado sus palabras con el único fin de fomentar la paranoia de la conspiración de las grandes empresas farmacéuticas.
  Pero la verdad sigue su curso. Y ahí estará él enamorándome día tras día. Mi pequeño salvaje siempre será así, impulsivo, divertido, impredecible, soñador, y si yo vivo lo suficiente, a pesar de esta sociedad estrangulada por normas y opiniones dañinas, también será feliz. Intentaré educarle para que sea un ser tratable sin renunciar a su esencia. Canalizaré su energía hacia cosas que le llenen como persona y como el gran artista que esconde. Asumiré la crítica ajena que entiende que un niño con este problema es fruto de una mala educación. Y lucharé para que nunca pierda ese toque de autenticidad que rebosa por todos sus poros. Y es que su mayor defecto, la naturalidad extrema, se ha convertido en su mejor virtud. 

    Ser su madre me hace sentir diferente. 
    Ser madre de un niño especial me hace sentir especial.